TRIBU
11-01-2020Nos preocupamos de lo que debemos enseñarles y ¿qué hay de todo lo que podemos aprender de ellos? De esa sabiduría milenaria que les ha permitido perdurar cómo sociedad a lo largo de miles de años. De cómo utilizar los recursos naturales en beneficio propio asegurando su continuidad en el tiempo. De cómo los residuos no son un problema si proceden de fuentes biodegradables y fácilmente asumibles por el medio ambiente. De cuánto espacio necesita una familia para poder abastecer sus necesidades y cómo debe crecer una población para que el medio pueda asumir el impacto. De cómo se organiza una sociedad igualitaria en la que la familia es la base y las tareas se reparten en beneficio del grupo. De cómo los niños cubren sus necesidades sociales y de aprendizaje según su propio ritmo en un ambiente de cariño y cuidado, recibiendo las herramientas que necesitan para desarrollarse tanto a nivel individual como a nivel colectivo. De cómo ser feliz y sentirse en armonía con todo lo que te rodea. De cómo vivir serenamente en el presente. De cómo no inventar necesidades irreales. De cómo asumir la muerte como una parte del proceso después de haber desarrollado tu función. Del respeto hacia todo y hacia uno mismo. De la magia del mundo que trata de ser explicada mediante mitos y sirve de base a las creencias. Y luego queda todo aquello que no podemos entender y ni siquiera alcanzamos a imaginar.
Mientras, nuestra sociedad avanzada es capaz de cuantificar el ritmo al que consume los recursos naturales y pronosticar cuándo se acabarán. Tenemos estadísticas sobre cuántos residuos generamos al día pero no sabemos qué hacer con ellos. Nos hacinamos en espacios cada vez más pequeños aislándonos de la luz natural, el aire y el contacto con la tierra, los núcleos familiares se reducen y se fraccionan. Los ancianos carecen de una función, los niños son sobrecargados de tareas mentales según un ritmo establecido y privados de un desarrollo psico-motriz saludable y existen datos que hablan de mujeres muertas a manos de nuestros propios hombres. Al cabo del año contamos bajas por depresión, suicidios, tratamientos psiquiátricos, psicológicos, niveles de estrés, inadaptados, hiperactivos, ansiosos y sedentarios. Vivimos sumidos en una carencia continua en la que nuestras necesidades siempre superan nuestras posibilidades. La muerte es sinónimo de sufrimiento, resistencia, incomprensión. Las religiones no son más que una excusa para avasallar al otro. Nos hemos olvidado de vivir.
Y lo que es peor, nos hemos olvidado de soñar.
Es fácil llegar y decirle a otros que tienen que cambiar, decirles lo que tienen que hacer y lo que ya no pueden hacer, lo que es mejor para ellos, lo que están haciendo mal. ¿Tan difícil es reconocer al otro tal y como es, valorarlo, asegurarse de que él también lo sepa y se reconozca a sí mismo, conferirle seguridad, apoyo y autoafirmación. Ayudarle a mantener sus costumbres, sus ideas, sus creencias? Aprendizaje mutuo. Enseñanza respetuosa. Compartir.
Conservar.